En el pueblo de Fleury
Carta Nº 18
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Que tal hermano
Después de casi tres días de viaje llegamos a un pueblo que había sido tomado a los alemanes. De él, no quedaba nada, apenas algunos pilares que alguna vez fueron columnas, no había casa en pie, los soldados nos contaban que este pueblo, que se llamaba Fleury, había sido tomado y rescatado tantas veces por franceses y alemanes, que ya hasta la cuenta habían perdido, según este soldado, eran mas de quince veces.
Contaban que Las ofensivas y contraofensivas se sucedieron durante semanas. Los soldados combatían cuerpo a cuerpo entre las ruinas, de día o de noche, mientras la artillería no cesaba de bombardear la zona, sin importar si estaba ocupada por soldados de uno u otro bando. Muchos murieron terriblemente mutilados, cegados por el gas, quemados por los lanzallamas o enloquecidos por las insoportables condiciones que sufrieron en esos días.
Alrededor de las ruinas del pueblo, no pude divisar ni un árbol, pues cualquier signo de vegetación fue arrancado de raíz y lo que antes eran bosques y verdes colinas se convirtió en un barrizal salpicado de cráteres. Una zona de pocos kilómetros cuadrados fue bombardeada por la artillería sin descanso durante prácticamente un año, cubriéndose de montañas de cadáveres que nadie podía enterrar.
A un lado de la aldea, en grandes fosas, se habían enterrado miles de soldados, de ambos bandos y en ese sector, caminar era imposible, la pestilencia de todos esos cuerpos bajo tierra era insoportable. Hasta los caballos y mulas rehusaban pasar por allí.
A lo lejos, aún se oía el sonido de explosiones, el intenso combate todavía continúa día tras día, sin apenas respiro, y las unidades de refuerzos que pasaban podían ver, oír y oler la batalla a kilómetros de distancia mientras se acercaban al frente. La política de Pétain de hacer rotar a los hombres mantuvo la cordura de la tropa, aunque la conciencia del inminente retorno al combate contribuyó a la aparición de un síndrome mental que los médicos enseguida denominaron “neurosis de guerra”.
Yo he visto esos casos, se vuelven seres insensibles, ya no les importa nada, lo mismo les da ir al frente que ser relevados para descansar o salir de la zona de combate. Por este mal, muchísimos fueron muertos sin combatir.
He conocido algunos camilleros, uno de ellos, llamado Delacroix, afirmaba tener 22 años, pero aparentaba ser un anciano. Había perdido a la mayoría de sus compañeros. Los camilleros, hermano, son seres que se arrastran como sombras detrás de los soldados, siempre, después de un ataque, aparecen ellos para rescatar algún herido y llevarlo a la retaguardia, muchas veces no regresan de su misión.
Delacroix, con un lenguaje muy florido, insultaba a diestra y siniestra, lo que más le irritaba era que cuando transportaban a un herido, un avión se lanzaba en picado y los bombardeaba deliberadamente. El enemigo disparaba a los camilleros constantemente.
Mi brigada de trabajo y yo, recorrimos algunos lugares inspeccionando los búnkeres y ciertas trincheras, pero yo no tenía deseos como antes de verlo todo. El olor a muerte me alejaba del lugar.
César, hace unos días, tomaba vino y comía deliciosos bocados, ahora el olor a mortecina hasta el apetito me ha quitado.
No leas esta carta frente a los chicos en la casa, no quiero que se traumen con tan cruda realidad que te relato. Dile a mi cuñada que perdí el poncho en el tren cuando viajaba, pues en un momento dado dieron la alarma de un ataque y nos bajamos rápidamente, cuando se dijo que era falsa alarma y subimos al aparato, el poncho ya no estaba. Bueno, espero que quien lo tomó, sepa aprovecharlo como yo lo he hecho.
Te mando una revista con fotos de la zona en donde estoy, te las mando con la carta, mañana o pasado te volveré a escribir.
Abrazos
Enrique
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Lo más duro, lo peor de todo era ser camillero. Se trataba de militares encargados de la recuperación y transporte de los heridos, que permanecían en el campo de batalla, a las trincheras y a los puestos de socorro. Al principio de la contienda, los encargados de estas tareas eran los músicos del regimiento. Más tarde, debido a la bajas, se usó a las tropas de reserva, y de entre éstas los más viejos o desahuciados, al menos en l’Armée.
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Una de las razones por la que los camilleros, o musiciens-brancadiers como se les llamaba en l’Armée, causaban tantas bajas era porque no podían tirarse al suelo cada vez que oían una detonación o intuían el sonido de un obús caer cerca, como sí hacían los enlaces o los cuistots-hommes-soupe. Su tarea era enormemente peligrosa sobretodo por la progresiva desaparición de las treguas destinadas a permitir recuperar los heridos.
Sus jornadas eran durísimas, el gran número de bajas los llevaba a los límites de la resistencia humana. Y a pesar de sus sobrehumanos esfuerzos, eran muchos los heridos que perecían en el campo de batalla, al haber sido imposible evacuarles. Por esta razón, los poilus franceses sabían que una mala herida los condenaría a una muerte segura.
Ello no es excusa para honrar y rendir un solemne tributo a aquellos que dieron todo su valor y esfuerzo, muchos su vida, en un acto de autosacrificio por sus compañeros.
HECHOS CULMINANTES
16 de Julio. - Los agentes alemanes excitan a los rusos de las ciudades a que exijan del gobierno una paz inmediata. Los italianos toman unas trincheras austriacas en el Carso.
17 de Julio. - Los rusos abandonan la, orilla izquierda del Lomnitza y la ciudad de Kalusz bajo la presión del enemigo. Gran actividad de la artillería en el frente de Riga. Los rumanos se apoderan de unos bosques al sur del Dniester.
18 de Julio- Los rusos capturan 9,000 soldados y 160 oficiales austro-alemanes en un largo combate que sostuvieron entre Lodziany y Krasno. Dos divisiones rusas atacan en los Cárpalos a los austriacos.
Los alemanes son rechazados por los franceses entre el bosque de Avocourt y la cota 304.
19 de Julio. -Los alemanes se apoderan de algunas trincheras entre Hurtebise y Craonne. Sangrientos motines en Petrogrado, provocados pacifislas. Mueren 70 personas y quedan heridos alrededor de 800. Dimiten varios ministros, y acaba por imitarles el príncipe Lvov, Kerensky, ministro de la Guerra, le sustituye en la Presidencia y conserva la cartera que tenía.