Hola hermano.

Estoy por la zona de la Picardía, los franco-ingleses continúan atacando a sus contrarios. Ganan poco a poco terreno y San Quintín está amenazada. Los alemanes se retiran lentamente y resistiendo, pero se retiran, lo cual indican que no tienen ganas ni medios de avanzar. Cuanto se ha dicho durante los últimos días acerca del deseo que tenia Hindenburg de hacer salir a sus contrarios de las trincheras para empeñar una batalla campal y decisiva resulta equivocado. Los alemanes se retiran y no quieren nuevos grandes combates. Rehúyen un choque de esos que deciden una guerra.

Hermano, abrazos a todos, ya te relatare en cartas todo lo que he visto, hay mucho dolor y tristeza.

Enrique

“El movimiento de los convoyes, lento y pesado, llena todas las carreteras de la Picardía reconquistada. Se viaja hacia el nuevo y movedizo frente entre torrentes interminables de carros, camiones, ambulancias, baterías, furgones cargados de barcas para puentes, de carros de municiones, de vehículos de toda especie, robustos y grises, que ostentan extrañas contraseñas. Pasan series de carros que llevan por emblema un gato, una liebre, una estrella, distintivos raros de diversos y múltiples servicios. Un rumor inmenso de caballos, de ruedas, de motores, de hombres, de bocinas se desprende de aquella masa movediza que hormiguea hasta donde alcanza la vista. Ese rumor, ahogado en parte por el barro se esparce por la campiña desolada, siniestra, sombría, cubierta por un firmamento tempestuoso, surcado por grupos de nubes de perpetua fuga, ejércitos aéreos y vencidos por el viento empuja, pero que aun pueden causar estragos en la tierra. Violentas ráfagas glaciales traen el humo de los incendios lejanos y todo cuanto nos rodea huele a devastación y ruina. Los soldados andan encorvados, defendiéndose lo mejor que pueden contra la borrasca”.

Michelle Avon, soldado del Quinto ejército francés, 1917